Juego de villanos

Juego de villanos

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por MIguel Vera Superbi

(Director Corporación Letras de Chile, escritor de ciencia ficción, físico investigador)

Lo primero a comentar en el caso de “Juego de villanos”, es que se trata de una excelente novela. Si se dice que corresponde a una novela de misterio o policial o más allá, del género negro con todas sus características, se está cometiendo un error: se le está restando la posibilidad de expresar todo su potencial narrativo al encasillarla.

Julia Guzmán relata mediante el personaje central, Miguel Cancino, una historia que ocurre en tiempos presentes entre Santiago y Talca. Narrar desde la perspectiva del sexo opuesto ya es una apuesta en grande; los códigos, puntos de vista en relación al otro sexo y el lenguaje del hombre común son muy bien retratados por ella en la novela.

Cada personaje tiene una definición de personalidad muy bien lograda mediante trazos. La autora no invierte más de dos o tres líneas en sus descripciones, pero sí va aumentando la información poco a poco, siempre en pinceladas precisas. La estructura en pequeños capítulos colabora con la idea de compartimientos acotados a una instancia única del relato, donde nada sobra.
Comentar una novela como esta requiere tomar precauciones. No se pueden dar detalles porque cada uno resulta de gran importancia. En la novela “Juego de villanos” se van dando pistas, claves y sugerencias para que el lector aporte su inteligencia, pero hay también elementos distractores hábilmente colocados para aumentar la intensidad de la historia. Si se habla en este comentario de uno solo de estos indicios, se compromete a la autora, la novela y a sus lectores. Entonces, ¿cómo abordar esta complejidad? Hagamos el intento.

Miguel es un detective aficionado, resuelve casos menores. Estudia literatura y además tiene un puesto de libros usados. Aparece una clienta, que es una vieja compañera de colegio y quiere averiguar qué pasó con su marido desaparecido en la misma noche de la boda; “¿cómo me iba a imaginar que todo terminaría en este chascarro?” le dice de entrada al investigador Magdalena Echeverría, hija de terratenientes talquinos y dueña de una egolatría y falta de empatía totales.

La trama se desarrolla desde la perspectiva de Miguel, quién va recorriendo un camino de auto conocimiento a partir de la auto crítica y la introspección a la vez que realiza el trabajo encomendado. Llega a algunas reflexiones muy interesantes y que nos permite conocerle, tales como: “…seguir avanzando, como si no tuviera otra opción, como si pudiera alejarme cada vez más de mi derrota crónica”; “…finalmente el recuerdo se embota, no hace daño, pero deja un vacío. Yo sé que todo lo que he recreado sucedió, pero son como imágenes conectadas como en una película muda”. Miguel –el detective privado-, es un tipo humilde, sin esperanzas ni planes y que vive a la corriente de la vida. Involucrarse en esta causa es lo más relevante que le ha ocurrido y esto le sacude su propia historia en todos los sentidos. Sus aciertos no provienen de actos brillantes; él no es un héroe, enmarcándose en el estilo de los personajes centrales del género negro.

De nuevo es elogiable el trabajo de la escritora en relación al tratamiento de su personaje principal y sus desventuras amorosas. Es la visión con ojos masculinos muy afinada: “yo soy el amigo inofensivo, el que escucha, acoge, pero el que de ninguna manera buscarán para algo más que un desahogo nocturno”. Hay una historia exterior a Miguel y otra que va transcurriendo en su interior develando sus propios hilos vitales, sus nervios, temores y anhelos algo consumidos por su mala suerte.

El clímax de la novela es un reflejo de la lucha de un David –Miguel- y Goliat, los poderes económicos absolutos. Julia Guzmán lo va metiendo a uno en la historia con una fuerza exponencial. Va dando pistas con gotario, de tal manera que el libro “agarra” desde el principio y su final es sólido, rotundo y bien logrado.

El retrato de las clases sociales pudientes, que aparentemente lo tienen todo y se pueden permitir lo que quieran: bienes, personas y manipular la historia, versus la gente sencilla que no puede generar lo anterior, que tiene resentimientos, muestra que solo puede existir una amistad condicionada con esos seres ‘superiores’ y tales relaciones están muy bien descritas, siendo ese es uno de los ejes principales de la trama.

Sin dudas y todos lo sabemos, hay “otro Chile”: ese del poder manipulador, el que viene del tiempo de la colonia y que van heredando las tierras y riquezas en clanes endogámicos. Ese grupo que se reconoce a sí mismo y no a los demás. Ese grupo que opina actualmente lo mismo que dijera Eduardo Matte Pérez, bisabuelo del contemporáneo Eliodoro Matte Larraín: “Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”. Esta visión nos da Julia Guzmán: Miguel es de esos ‘otros’ no reconocidos como personas, sino como piezas de utilidad relativa para la consumación de los grandes planes. Los personajes de esa casta noble muestran sus códigos en la novela, las convenciones de carácter, de religión y postura política predecible por cierto. Son “los buenos” que se protegen entre si y a sus intereses, es la fuerza de la tradición conservadora.

Los cambios en el esquema social para ellos son inconcebibles y duramente atacados; todo se justifica para conservar el estatus. Sin embargo, dentro de esta historia, su accionar deja una pequeña grieta por la cual se mete el detective con audacia y valor. El convencimiento de la primacía de la justicia es a Miguel como su fuerza de voluntad para continuar la investigación por la desaparición del marido de su antigua amiga Magdalena, aun cuando ella le corta el contrato en un momento dado; no quiere que siga trabajando en el caso.

El momento de gloria llega por fin al desvelar el misterio, pero eso pasa demasiado rápido para Miguel; vuelve a su vida simple, sin planes y en solitario.
“Juego de villanos” le deja algo al lector durante la historia y al final, luego de cerrar el libro. No solo contiene una redacción bien hilada de una historia original, no solo muestra la agudeza y habilidad narrativa de su autora.

Es muy probable que esta novela esté basada en hechos reales, como suele ocurrir con los nóveles escritores y por esto, será muy interesante seguir la carrera de Julia en este mismo género o en otras importantes aventuras narrativas que acometa.

Encontrar el contenido más profundo de la novela es sin dudas, tarea para el lector. Es un libro muy recomendable, pulcramente editado y muy atractivo si se busca algo más que una historia.

Entrenieblas

2 de mayo de 2019

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